Nacido en Buenos Aires en enero de 1933 y tras ochenta y cinco años de una vida productiva, nos dejó el querido dibujante Carlos Enrique Vogt. Orgulloso descendiente de alemanes, amante de la cultura germana –cuando se dibujaba en “Mi novia y yo”, donde también era personaje, se deleitaba acentuando el estereotipo-, descubrió y cultivó su amor por el dibujo desde muy pequeño.
El trazo clásico, detallista e inconfundible de Vogt se
ajustaba a la perfección con el humor y con el melodrama. Vogt fue un maestro
del costumbrismo contemporáneo. “Cuentos de Almejas”, con guión de Pedro
Mazzino, fue un ejemplo en ese sentido y logró un efecto sorprendente:
acercar a la historieta a mujeres cuando la abrumadora mayoría de los lectores
eran varones.
Esto no significa que Vogt no haya dibujado aventuras. Al
contrario; hay infinidad de títulos que lo demuestran: “El Apache”, “Tierra del
Fuego”, “Mark Cabot”, “Joe Gatillo”, “Cachas de oro”, “Doc Carson”, “Billy
Grant”, “Larry Trenton”, entre otros, con guionistas consagrados como
Oesterheld (el creador de “El eternauta”), Ray Collins, Alberto
Ongaro y Alfredo Grassi, que firmaba como Sir William Woolrich.
“Mi novia y yo” (1968), una suerte de sitcom en viñetas adelantada varios lustros a su tiempo, el guionista y el dibujante se reían de las relaciones de pareja, las laborales, del medio de la historieta y de ellos mismos, con tal maestría que el mismísimo Oesterheld –poco afecto a la obra de Wood- diría: “Casi no leo historietas. De Robin la única que leo, y que es una historieta brillante, es ‘Mi novia y yo’, que se publica en Intervalo”. Además Vogt reveló que para dibujar a Tino Espinoza, el protagonista de la tira, se le ocurrió utilizar la cara de ¡¡Robin Wood!!
El combo de un periodista que porta novia irresistible, suegro insoportable y jefe maléfico y que además tiene un perro llamado Tom cuyos pensamientos son lo más filoso de la trama funcionó a tal punto que hizo de Intervalo una de las revistas más vendidas de América latina.
Su otro gran hit fue “Pepe Sánchez” (1975), también con Wood, que mezclaba las aventuras y el humor al contar las peripecias de un delirante espía argentino, mujeriego e hincha de Chacarita (porque nadie puede ser feliz los 365 días del año).
“Decidimos crear un James Bond criollo y elegimos como imagen a un mozo de café al que había que traer con un tractor para que nos atendiera”, comentó sobre el nacimiento de Pepe Sánchez.
La última gran creación de la dupla Wood/Vogt fue “Mojado” (1984), inesperada obra dramática que con fortuna logró desencasillar al tándem como hacedor de comedias: con crudeza cuando no con crueldad, la historieta narra las desventuras de un niño inmigrante ilegal mexicano en Estados Unidos, sus años de marginalidad, la cárcel, y su redención mediante el boxeo. “Mojado” será en breve llevado a la pantalla chica de TELEFE por los mismos productores de la reciente “Sandro de América”, y contará con la dirección de Israel Caetano.
La producción de Vogt, tan prolífica, jamás bajó ni un
milímetro de los elevados estándares de calidad impuestos desde que, siendo muy
chico, se encontró con el maestro José Luis Salinas (a quien lo unía un
lejano parentesco). Incursionó también en las artes plásticas, aunque fue tan
poderosa su marca en el universo del cómic que resulta difícil disociar su
impronta de la que enamoró a tantos lectores. Y sigue enamorando, porque sus
creaciones viven para siempre.
En los últimos años, Vogt fue merecido objeto de diversos
homenajes y premios a su trayectoria, pero desde ya, el principal homenaje al
que se ha hecho acreedor Don Carlos, es la lectura y relectura de sus
historietas por parte de nosotros, sus admiradores, quienes mediante esta
siempre satisfactoria acción impediremos que quede en el olvido. No le haremos
más que justicia. ¡CHAU, MAESTRO!
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