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Falleció Carlos Enrique Vogt


Nacido en Buenos Aires en enero de 1933 y tras ochenta y cinco años de una vida productiva, nos dejó el querido dibujante Carlos Enrique Vogt. Orgulloso descendiente de alemanes, amante de la cultura germana –cuando se dibujaba en “Mi novia y yo”, donde también era personaje, se deleitaba acentuando el estereotipo-, descubrió y cultivó su amor por el dibujo desde muy pequeño.

El trazo clásico, detallista e inconfundible de Vogt se ajustaba a la perfección con el humor y con el melodrama. Vogt fue un maestro del costumbrismo contemporáneo. “Cuentos de Almejas”, con guión de Pedro Mazzino, fue un ejemplo en ese sentido y logró un efecto sorprendente: acercar a la historieta a mujeres cuando la abrumadora mayoría de los lectores eran varones.

Esto no significa que Vogt no haya dibujado aventuras. Al contrario; hay infinidad de títulos que lo demuestran: “El Apache”, “Tierra del Fuego”, “Mark Cabot”, “Joe Gatillo”, “Cachas de oro”, “Doc Carson”, “Billy Grant”, “Larry Trenton”, entre otros, con guionistas consagrados como Oesterheld (el creador de “El eternauta”), Ray Collins, Alberto Ongaro y Alfredo Grassi, que firmaba como Sir William Woolrich.

El encuentro con Robin Wood fue la fusión de dos planetas en la cima de sus posibilidades creativas. “Éramos los niños mimados de la historieta”, destaca Wood en el lujoso volumen dedicado a la vida y a la obra de Vogt que publicó la editorial Ferullo Burke en 2016. 

Mi novia y yo (1968), una suerte de sitcom en viñetas adelantada varios lustros a su tiempo, el guionista y el dibujante se reían de las relaciones de pareja, las laborales, del medio de la historieta y de ellos mismos, con tal maestría que el mismísimo Oesterheld –poco afecto a la obra de Wood- diría: “Casi no leo historietas. De Robin la única que leo, y que es una historieta brillante, es ‘Mi novia y yo’, que se publica en Intervalo”. Además  Vogt reveló que para dibujar a Tino Espinoza, el protagonista de la tira, se le ocurrió utilizar la cara de ¡¡Robin Wood!!
El combo de un periodista que porta novia irresistible, suegro insoportable y jefe maléfico y que además tiene un perro llamado Tom cuyos pensamientos son lo más filoso de la trama  funcionó a tal punto que hizo de Intervalo una de las revistas más vendidas de América latina.

Su otro gran hit fue “Pepe Sánchez” (1975), también con Wood, que mezclaba las aventuras y el humor al contar las peripecias de un delirante espía argentino, mujeriego e hincha de Chacarita (porque nadie puede ser feliz los 365 días del año).
“Decidimos crear un James Bond criollo y elegimos como imagen a un mozo de café al que había que traer con un tractor para que nos atendiera”, comentó sobre el nacimiento de Pepe Sánchez. 

La última gran creación de la dupla Wood/Vogt fue Mojado (1984), inesperada obra dramática que con fortuna logró desencasillar al tándem como hacedor de comedias: con crudeza cuando no con crueldad, la historieta narra las desventuras de un niño inmigrante ilegal mexicano en Estados Unidos, sus años de marginalidad, la cárcel, y su redención mediante el boxeo. “Mojado” será en breve llevado a la pantalla chica de TELEFE por los mismos productores de la reciente “Sandro de América”, y contará con la dirección de Israel Caetano.

La producción de Vogt, tan prolífica, jamás bajó ni un milímetro de los elevados estándares de calidad impuestos desde que, siendo muy chico, se encontró con el maestro José Luis Salinas (a quien lo unía un lejano parentesco). Incursionó también en las artes plásticas, aunque fue tan poderosa su marca en el universo del cómic que resulta difícil disociar su impronta de la que enamoró a tantos lectores. Y sigue enamorando, porque sus creaciones viven para siempre.
En los últimos años, Vogt fue merecido objeto de diversos homenajes y premios a su trayectoria, pero desde ya, el principal homenaje al que se ha hecho acreedor Don Carlos, es la lectura y relectura de sus historietas por parte de nosotros, sus admiradores, quienes mediante esta siempre satisfactoria acción impediremos que quede en el olvido. No le haremos más que justicia. ¡CHAU, MAESTRO!

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